El rey Balduino IV nació en 1161 en Jerusalén y creció en la corte de su padre y, según su tutor, mostró una gran promesa como gobernante desde una edad temprana. Era un excelente jinete, poseía una memoria retentiva, un intelecto agudo y estaba “dispuesto a seguir buenos consejos”. Trágicamente, a la edad de nueve años, le diagnosticaron lepra, una enfermedad que en la Edad Media se interpretó como una señal del desagrado de Dios y se consideraba una enfermedad incurable en esos tiempos.
Nacido del rey Amalarico I de Jerusalén, el joven príncipe Balduino mostró por primera vez signos de la temida enfermedad a los nueve años. Su tutor, el historiador y futuro arzobispo Guillermo de Tiro, detectó la lepra cuando Balduino, después de pelear con sus amigos, informó que no tenía sensibilidad en el brazo derecho y que no sentía dolor «si lo pellizcaba o incluso lo mordía».
A pesar de su aflicción, el joven príncipe demostró una mente aguda y era un hábil jinete. Balduino IV fue catapultado a una posición de tremendo poder después de la prematura muerte de su padre en 1174, que convirtió al enfermizo niño de 13 años en el rey leproso de Jerusalén y con una baja aprobación de su reino, debido a que creían que no llegaría a su mayoría de edad por la enfermedad que padecía.
Los franceses solo habían tomado el control de Jerusalén 75 años antes, en 1099, cuando se estableció el Primer Reino de Jerusalén después de la Primera Cruzada.
Más grande que cualquier ciudad europea contemporánea y de enorme importancia religiosa tanto para cristianos como para musulmanes, Jerusalén fue amenazada por el poderoso sultán Saladino casi tan pronto como Balduino IV comenzó su reinado, queriendo aprovecharse de que era un joven de 13 años inexperto en el reinado y que padecía lepra una enfermedad mortal sin cura en esos tiempos.
La lucha por jerusalén
El mismo año en que fue coronado, el adolescente Balduino organizó un exitoso ataque contra Damasco, en una época en la que se esperaba que los reyes lucharan en el frente, Balduin no permitió que su enfermedad se interpusiera en sus deberes reales, como parte de su estrategia más amplia para alejar al sultán Saladino de Alepo. Dos años más tarde, estaba de nuevo en el frente, liderando a sus tropas en la batalla para defenderse de los ataques musulmanes en Damasco y Andújar.
Aunque solo podía sujetar las riendas de un caballo con una mano, Balduino cabalgó al frente del ejército franco contra las fuerzas musulmanas en la batalla de Montgisard en Egipto, donde propinaron un golpe sorprendente al sultán.
Las victorias de Balduino lo convirtieron en un héroe a los ojos de su pueblo: su rey había logrado superar su enfermedad paralizante para aplastar a uno de los ejércitos más poderosos del mundo y hacer retroceder la amenaza musulmana.
Había liderado a sus ejércitos para triunfar contra un enemigo superior en número a través de una combinación de coraje, ingenio y una tremenda fuerza de voluntad, negándose a permitir que una enfermedad debilitante le impidiera defender a su país por sí mismo.
Aunque su ingenio aún estaba perfectamente intacto, Balduino se dio cuenta de que su cuerpo finalmente sucumbía a la enfermedad a la edad de 24 años y se ofreció a abdicar. Su oferta fue rechazada, señal de la tremenda estima que su pueblo le tenía.
Balduino IV siguió siendo rey de Jerusalén hasta su muerte en 1185, poniendo fin a un reinado más exitoso de lo que nadie esperaba.