En primer lugar, todo lo que existe es el espacio en diferentes niveles o grados de organización. El espacio es la base y el fundamento de todo y, al mismo tiempo, es uno. En segundo lugar, si tenemos una profunda comprensión de las características del espacio, comprenderemos en su esencia la experiencia, el tiempo y la materia. Comprender y sentir lo que es el tiempo supone poseer la sabiduría. Puesto que el espacio subyace a la comprensión del tiempo, estimo que la comprensión del espacio es pues la llave de la sabiduría.
Los análisis de Ouspensky indican que el espacio es diferente para cualquiera que disponga de la capacidad de verlo desde una mayor cantidad de dimensiones. Por consiguiente, nosotros, como seres tridimensionales, somos capaces de percibir y de concebir el espacio como si tuviera tres dimensiones. Una entidad tetradimensional incluiría nuestro espacio en una sección de su universo y percibiría el tiempo como una dimensión espacial.
De esta forma, un universo tetradimensional incluiría pasado, presente y futuro como un todo unificado. En capítulos posteriores veremos cómo la expansión de la duración del presente podría transformarnos en seres tetradimensionales. Un ejemplo que puede ayudarnos a comprender esta concepción del espacio es imaginar un ser bidimensional tal y como sería percibido desde nuestra perspectiva tridimensional. Este ser hipotético (aunque Ouspensky no lo considera como tal, ya que identifica a algunos seres como entidades con percepción bidimensional) percibiría las líneas y las superficies, pero no los volúmenes.
Al vivir en un plano, no comprendería que todo lo que atraviesa su plano forma parte de un universo mucho más unificado. Si una mano se apoyara en su plano fenomenológico, él vería la mano como cinco círculos independientes y no podría imaginar que esos cinco círculos pudieran unirse en el universo tridimensional para formar una mano.
De forma análoga, nosotros no vemos la unidad del mundo tetradimensional y no somos capaces de percibir el origen común de entidades que nosotros vemos como independientes. Nuestro presente es un corte transversal de un espacio tetradimensional, del mismo modo que el plano sobre el que descansaban los dedos era una sección de un espacio tridimensional.
El espacio contiene a la materia en todos y cada uno de sus puntos. La prueba de esto la podemos encontrar en nuestra capacidad de ver. Vemos el espacio y el espacio es el que contiene a la materia. Analicemos este punto mediante un ejemplo. Miro por la ventana y afuera hay un árbol. Puedo distinguir el árbol del espacio que le contiene y la diferencia entre ambos reside en el hecho de que el espacio no es nada y el árbol es algo. Sin embargo, ¿qué es lo que veo realmente? Veo el espacio que contiene al árbol. Mi retina no es capaz de tocar las hojas, las ramas, el tronco del árbol. Y es una pequeña área, una zona que tiene el tamaño de mi retina, la que transforma el espacio en señales nerviosas. Por consiguiente, el espacio sólo es transparente en mi construcción de la distancia que me separa del objeto. Es decir, veo normalmente la intersección del espacio con mi retina. Ahí se encuentra la información que me hace percibir el espacio como si fuera transparente, la información sobre la distancia que me separa del árbol y la información sobre el propio árbol.
Si lo que vemos es el espacio, y si cada uno de sus puntos posee información sobre los objetos contenidos en ese espacio, podemos plantearnos la pregunta: ¿cómo son contenidos esos objetos? A decir verdad, uno de los campos de la física, la holografía óptica, ya ha dado parte de la respuesta. Gracias a la técnica holográfica se ha descubierto que la información visual sobre un objeto está contenida en relación con la magnitud y fase de las ondas electromagnéticas reflejadas.
Cada punto del espacio que rodea al objeto contiene, entre otras cosas, esta información. Entonces es posible ver al objeto desde cualquier punto del espacio. Pero hay que repetir que lo que percibimos es el espacio que contiene la información, o más bien, una transformación muy compleja de esa información que es llevada a cabo en la retina y en el resto del sistema visual, como veremos a lo largo de este libro.
Volviendo al espacio, podemos decir que es información organizada en cada uno de sus puntos. También es un entramado de energía cuyos puntos están interconectados y del que sólo podemos decodificar porciones limitadas y aisladas. Nuestra falta de capacidad para ver todos los puntos del espacio simultáneamente se debe tanto a la falta de un mecanismo como de un aprendizaje. ¿Cuál de los dos es más importante? No lo sé.
Algunos dicen que el mecanismo existe y que todo lo que necesitamos es el entrenamiento adecuado para ponerlo en marcha. Sea como sea, lo cierto es que, aunque nuestra capacidad perceptual es extraordinaria, sólo nos permite decodificar el área minúscula que intersecta con nuestras retinas.
Pero incluso de esta manera, no obtenemos ni decodificamos toda la información contenida en esa área debido a la incapacidad de nuestros receptores de responder a longitudes de onda cuyos valores exceden un rango relativamente pequeño. No vemos las ondas de radio, ni los rayos cósmicos, ni las radiaciones infrarrojas ni ultravioletas.
La materia es la forma de organización del espacio que el cerebro de los seres humanos, y de otros animales, pueden decodificar y reducir a un algoritmo neuronal, mientras que la transparencia y la ausencia de materialidad son espacio organizado de una complejidad tal que somos incapaces de decodificar.
De aquí podemos establecer que la diferencia entre el espacio y la materia es un producto de la actividad neuronal. En realidad, el espacio y la materia son parte de un continuo que cambia en organización y en complejidad. Vemos un objeto material cuando estamos en contacto con las zonas del continuo espacio-materia que podemos organizar y vemos espacio transparente cuando no podemos descubrir ni decodificar un tipo de organización de la energía que sobrepasa nuestra capacidad.
Por consiguiente, organización, decodificación y algoritmo son conceptos que se definen mutuamente. La complejidad de una organización se mide por el número de elementos que forman parte de ella, por sus interacciones y por la complejidad del algoritmo preciso para representarla.
El cerebro intersecta información espacial y transforma su organización en un algoritmo o en una serie de ellos. Los objetos materiales se pueden algoritmizar más fácilmente que el espacio, razón por la que aparecen como entidades sólidas y concretas, mientras que el espacio es transparente y sutil.
Las operaciones algorítmicas que realiza nuestro cerebro comienzan con la activación de los receptores retinianos y finalizan con la activación de códigos neuronales altamente convergentes en estructuras polimodales que representan la organización del continuo espacio-materia en lenguaje cerebral.
Probablemente, los seres humanos que vivieron en nuestro planeta hace millones de años veían como espacio transparente algunas de las cosas que nosotros hemos llegado a percibir como objetos materiales. A la inversa, es posible que en alguna etapa futura los hombres vean objetos materiales y sólidos donde ahora no vemos más que espacio transparente.
Parece, pues, que la percepción del espacio y la imagen de los objetos materiales se modifican con el aprendizaje. Si un objeto material es espacio organizado, el aprendizaje consiste en una capacidad incrementada para detectar esa organización especifica. De hecho, los objetos que vemos son materializaciones cerebrales del espacio.
El espacio visto como organización de la energía puede ser estudiado, como estamos haciendo aquí, desde el punto de vista de la fenomenología y funcionamiento de la percepción. Las características de esa organización son las siguientes:
- La organización del espacio es variable.
- El espacio y la materia son un continuo.
- Para nosotros, los objetos materiales son un extremo de la organización del espacio.
- El cerebro es el que crea la transparencia del espacio y la solidez de los objetos materiales.
- La organización del espacio es el modo en que está contenida la información en cada una de sus partes.
- Todo el espacio es afectado por el cambio de cualquiera de sus partes.
- No hay espacio vacío.
Si cada parte del espacio contiene información sobre el resto del mismo y sólo podemos decodificar y percibir una parte, ¿qué pasaría si tuviéramos visión simultanea de varias porciones? Con bastante certeza, el espacio cambiaría frente a nosotros. La visión simultánea de porciones organizadas de ese espacio nos otorgaría una capacidad maravillosa. Podríamos ver con claridad las influencias directas de un acontecimiento sobre los demás. De hecho, podemos detectar algunas de esas influencias, pero de una forma muy restringida. Lo hacemos con sólo una de las porciones del espacio.
Si sabemos la cantidad de información contenida en cada porción del espacio, podemos predecir que un incremento en la capacidad para decodificarla supondrá la expansión de las capacidades cognitivas y perceptuales del hombre de forma extraordinaria. El cerebro esta organizado en forma de complejos entramados neuronales que han alcanzado su estado actual de desarrollo tras millones de años de evolución.
Todos sus elementos están calculados para decodificar y analizar el espacio precisamente del modo en que lo hace. Es posible considerar la organización del cerebro como un reflejo o incluso como una materialización lógica del espacio. Esta consideración encaja con el modo en el que ha evolucionado el cerebro.
Información extraída del Libro la creación de la experiencia, el libro es gracias a muchas mas personas de las que se puede mencionar, por las ideas que han proporcionado. El doctor Jacobo Grinberg expresa su gratitud especialmente a Alberto Guevara-Rojas, Héctor Brust Carmona, E. Roy John, Karl Pribram, John Legion Cooke, Gerardo Bueno Zirión, Joana Ornelas, Andrea Gold, Jenny Lewis y Diego Rapoport.