En tiempos de incertidumbre económica, los gobiernos buscan soluciones rápidas. Una de las más comunes —y peligrosas— es el aumento de aranceles. Estados Unidos, una potencia acostumbrada a liderar el comercio mundial, ha vuelto a jugar con fuego… y la historia sugiere que podría quemarse.
¿Podrían los aranceles empujar al país hacia una nueva crisis? ¿O incluso hacia un conflicto internacional? Aquí te mostramos por qué no es tan descabellado pensarlo.
EE.UU., los aranceles y el ciclo de la crisis
La historia económica de EE.UU. ha demostrado una y otra vez que cuando los aranceles suben, la estabilidad tiembla. No es un invento moderno. Vamos a los datos:
🕰️ 1930 – La Ley Smoot-Hawley
Uno de los ejemplos más claros. Durante la Gran Depresión, EE.UU. impuso fuertes aranceles a más de 20,000 productos importados. ¿El resultado?
Decenas de países respondieron con sus propios aranceles.
El comercio mundial colapsó.
La crisis económica se profundizó.
Se alimentaron las tensiones globales que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial.
El mensaje fue claro: cerrar las puertas económicas puede abrir otras mucho más peligrosas.
¿Estamos viendo el mismo patrón hoy?
Con la reciente tensión comercial con China, los nuevos aranceles propuestos sobre autos eléctricos extranjeros, la presión sobre productos tecnológicos asiáticos, y los planes de «reindustrializar América», Estados Unidos podría estar cometiendo los mismos errores, solo con un envoltorio moderno y digital.
Además, la economía global sigue tambaleándose tras la pandemia, la inflación no cede del todo y el dólar está siendo cuestionado como moneda dominante. En ese escenario, subir aranceles podría:
Aumentar los precios internos (algo que los consumidores ya no toleran).
Desatar represalias comerciales de potencias como China, India o incluso Europa.
Aislar a EE.UU. económicamente en un mundo cada vez más multipolar.
Elevar tensiones políticas y militares en regiones clave como el Pacífico.
¿Una nueva «guerra comercial» que no sea solo comercial?
No olvidemos que los conflictos económicos muchas veces anteceden conflictos armados. La lucha por recursos, tecnología, energía y control comercial ha sido excusa de guerras a lo largo de la historia.
Y ahora, con el auge de nacionalismos económicos, acuerdos rotos y alianzas reconfiguradas, la posibilidad de que una escalada comercial se transforme en un conflicto más grande no es solo ficción.
El discurso oficial habla de «proteger empleos» y «recuperar industrias». Pero el costo oculto puede ser mucho más alto: inflación, aislamiento, recesión… y en el peor de los casos, guerra.
Los aranceles no solo son impuestos. Son armas silenciosas.
Y como toda arma, dependen de quién las use, cómo, y con qué fin.