Muchos llaman al códice del siglo XV, comúnmente conocido como el «Manuscrito Voynich», el libro más misterioso del mundo. Escrito en una escritura desconocida por un autor desconocido, el manuscrito no tiene un propósito más claro ahora que cuando fue redescubierto en 1912 por el comerciante de libros raros Wilfrid Voynich. El manuscrito aparece y desaparece a lo largo de la historia, desde la biblioteca del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Rodolfo II hasta una venta secreta de libros en 1903 por parte de la Compañía de Jesús en Roma.
El duque de Northumberland saqueó gran número de monasterios durante el reinado de Enrique VIII. En uno de estos monasterios, encontró un manuscrito que su familia comunicó a John Dee, cuyo interés por los problemas extraños y los textos misteriosos era bien conocido.
Descubrimiento del manuscrito
Según los documentos encontrados, el manuscrito en cuestión había sido escrito por el propio Roger Bacon. Roger Bacon (1214-1294) ha sido considerado por la posteridad como un gran mago. En realidad, se interesaba sobre todo por la que nosotros llamamos experimentación científica, de la que fue pionero.
Predijo el microscopio y el telescopio, los barcos propulsados por motores, los automóviles y las máquinas voladoras.
Se interesaba también por la criptografía, de la que habla en la Epístola sobre las obras secretas del arte y la nulidad de la magia. Jhon Dee pudo pensar, pues, perfectamente, que un manuscrito inédito y cifrado de Rogef Bacon tenía muchas probabilidades de contener asombrosos secretos; Su hijo, el doctor Arthur Dee, al hablar de la vida de John Dee en Praga, alude a «un libro de incomprensible texto, que mi padre trató en vano de descifrar». Dee regala el manuscrito al emperador Rodolfo y lo demás es historia.
Es un volumen en octavo, de 15 por 27 cm; falta la cubierta, y, según la numeración, se han perdido veintiocho páginas. El texto aparece iluminado de azul, amarillo, rojo, castaño y verde. Los dibujos representan mujeres desnudas de pequeñas dimensiones, diagramas (¿astronómicos?) y unas cuatrocientas plantas imaginarias. La escritura parece medieval vulgar.
El examen grafológico permite sacar la conclusión de que el escribiente conocía el lenguaje que utilizaba: copió de un modo seguido y no letra por letra.
Un misterio total
La clave empleada parece sencilla, pero nadie ha conseguido interpretarla. El manuscrito aparece el 19 de agosto de 1666, cuando el rector de la Universidad de Praga, Joannes Marcus Marci, lo envía al célebre jesuita Atanasio Kircher, que era, entre otras cosas, especialista en criptografía, en jeroglíficos egipcios y en continentes desaparecidos. Era el hombre más adecuado para enviarle este texto, pero no consiguió descifrarlo.
El manuscrito fue estudiado después por el sabio checo Johannes de Tepenecz, favorito de Rodolfo II. Se advierte una firma de Tepenecz en uno de los márgenes, pero tampoco él consiguió descubrir el secreto. Fracasado, Kircher deposita el manuscrito en una biblioteca de los jesuitas. En 1912, un librero llamado Wilfred Voynich compra el manuscrito al colegio jesuita de Mondragone, en Frascati, Italia. Lo lleva a los Estados Unidos, donde numerosos especialistas ponen manos a la obra. La mayoría de las plantas siguen sin posible identificación. En los diagramas astronómicos, se identifican las constelaciones de Aldebarán y de las Híadas; pero este no sirve de gran cosa. La opinión general es que se trata de un texto cifrado, pero en una lengua desconocida. El Vaticano abre sus famosos archivos para ayudar a la investigación. Sin resultado.
Se hacen circular numerosas fotografías, enviadas a los grandes especialistas en lenguajes cifrados. Fracaso total.
En 1919, llegan unas fotocopias a manos del profesor William Romaine Newbold, decano de la Universidad de Pensilvania. Newbold tiene entonces 54 años. Es especialista en lingüística y en criptografía.
En 1920, Franklin Roosevelt, a la sazón auxiliar del Ministerio de Marina, le felicita por haber descifrado una correspondencia entre espías, cuyo secreto no habían podido descubrir por ninguna de las oficinas especializadas de Washington. Newbold se interesa, cada vez más, en la leyenda del Graal y el por gnosticismo. Era visiblemente un hombre de gran cultura, capaz, si alguien en el mundo fuese capaz, de descifrar el manuscrito Voynich.
Descubrimientos relevantes
Newbold trabajó durante dos años. Afirmó haber encontrado una clave, después de haberla perdido en el curso de las búsquedas, lo que es singular. En 1921 comenzó a hacer conferencias sobre sus descubrimientos. Lo menos que se puede decir es que tales conferencias fueron sensacionales.
Según Newbold, Roger Bacon sabía que la nebulosa de Andrómeda era una galaxia como la nuestra. Además según él, Bacon conocía la estructura de la célula y la formación del embrión a partir del espermatozoide y el óvulo. Fue una sensación mundial.
No sólo en los círculos científicos, sino también entre el público en general. Una mujer cruzó todo el continente americano para suplicarle a Newbold que le expulsara un demonio que la perseguía, utilizando las fórmulas de Roger Bacon.
También hay objeciones. Nadie entiende el método de Newbold, se tiene la impresión de que él caminaba hacia atrás, no se consiguen mensajes nuevos utilizando su método. Es evidente que un sistema de criptografía debe funcionar en ambos sentidos. Si se posee un código, se deberían descifrar los mensajes que están en ese código, también, traducir mensajes en ese código claramente. La sensación continuó, pero Newbold se tornaba cada vez más vago, menos accesible. Murió en 1926. Su colega y amigo, Roland Grubb Kent, publicó sus trabajos. El entusiasmo del mundo fue considerable.
El poder del manuscrito voynich
Roger Bacon, o como otros antes y después de él, tuvo acceso a un saber que provenía, ya sea de una civilización desaparecida, ya sea de otras inteligencias. Una vez más, algunos pensaban y siguen pensando, que una revelación temprana relativa a secretos de una ciencia superior a la nuestra, destruiría nuestra civilización.
En este caso, habrá que preguntarse; ¿por qué el manuscrito Voynich no se destruyó? Tal vez fue porque se descubrió demasiado tarde de su existencia, alrededor de 1920, y para entonces ya circulaban tal número de fotografías del texto que sería imposible destruirlas todas.
En el caso del manuscrito Voynich parece ser un texto completo prohibido. Entre las pocas frases que se encontraron en las publicaciones de Newbold, una hace particularmente soñar. Es Roger Bacon quien habla: «Vi en un espejo cóncavo una estrella en forma de escarabajo. Esta se encuentra entre el ombligo de Pegaso, el busto de Andrómeda y la cabeza de Cassiopeia»
Fue exactamente ahí que se descubrió la nebulosa de Andrómeda, la primera gran nebulosa extragaláctica que se conoció. La prueba fue anunciada después de la publicación de Newbold y no pudo influir en su interpretación del texto un hecho que aún no había sido descubierto.
Otras frases de Newbold hacen alusión al «Secreto de las estrellas novas. » Si, efectivamente, el manuscrito Voynich contiene secretos de novas y los cuásares, entonces sería preferible que resultase indescifrable, pues una fuente de energía superior a la bomba de hidrógeno y lo suficientemente simple de manejar para que un hombre del siglo XIII pueda comprenderla, constituiría exactamente el tipo de secreto que nuestra civilización no tiene por qué saber.
El descifrado del manuscrito Voynich debería ir seguido de una censura seria, antes de ser publicado. Pero, ¿quién ejercería esta censura? Como dice el proverbio latino, ¿quién guardará a los guardianes?.