El Arte de la Guerra es un libro tan antiguo, como actual. A pesar de que fue escrito en el siglo V, sus enseñanzas siguen vigentes y se pueden aplicar en diversas áreas de la vida. Su autor, Sun Tzu, fue un reconocido general chino que plasmó su experiencia bélica en un escrito que, finalmente, se publicó como libro en 1772. Desde entonces, El Arte de la Guerra ha sido una obra de cabecera para muchos gobernantes, personajes históricos y líderes de distintos sectores alrededor del mundo. La magia de este libro es que, mientras leemos sobre estrategias y tácticas de guerra, podremos ir extrapolando esa información al terreno personal, profesional o empresarial. Se trata de una metáfora de la vida.
El Kybalión, una obra que bajo la enigmática autoría de los Tres Iniciados, resumió el denominado «Hermetismo» en siete principios que sentaron precedente en toda la literatura esotérica del último siglo. Considerado un clásico, asombroso por la perfección de su sistema septenario, sigue siendo el punto de partida para el análisis de los Grandes Misterios. El éxito de El Kybalión es que logra organizar toda la masa de información reunida en torno a las denominadas Ciencias Ocultas, dividiéndolas en siete principios o axiomas, a saber: Mentalismo, Correspondencia, Vibración, Polaridad, Ritmo, Causación y Género. No existe un paradigma más claro en la literatura hermética del siglo XX, que el contenido en esta obra que continúa vigente en el siglo XXI. Porque más allá de las múltiples facetas que ha tomado la espiritualidad contemporánea, resulta difícil abstraerse de la simplicidad de este orden septenario en el cual un pequeño conjunto de leyes sigue explicando, de manera magistral, el funcionamiento del hombre en su relación con el Universo.
Los Cuatro Acuerdos revela las creencias que nos limitan y nos privan de la felicidad. A través de cuatro simples pero poderosos acuerdos, este libro intenta allanar el camino hacia la realización personal. Basado en la sabiduría tolteca, apuesta a ejemplos simples para entender que todos podemos modificar el complejo sistema de creencias que hay en cada uno.
No es posible encender en otros seres la llama que iluminó todos los caminos del hombre sobre la tierra sin tener en cuenta -y de una manera viva- el problema de lo que vendrá después de la muerte. Es de todo punto imprescindible anotar que un vivo temor, fuera de toda lógica, asalta a los occidentales cuando se enfrentan con la proximidad de la otra orilla. Existen excepciones entre los místicos y entre aquellos que poseen una fe profunda; pero son excepciones. Lo corriente es que el ala del terror se apodere de aquellos que se hallan en el trance de abandonar el mundo.
“Meditaciones” fue el legado estoico que nos dejó Marco Aurelio. Una obra maestra en la que el emperador romano se escribía a sí mismo para forzarse a ser mejor ciudadano, mejor emperador y, sobre todo, mejor persona. Las Meditaciones del emperador Marco Aurelio fueron compuestas durante los descansos de sus actividades políticas y bélicas y tenían el propósito de recordarle las máximas fundamentales del estoicismo, de ayudarle a aplicar éstas en su vida diaria, para no desviarse de su objetivo fundamental: ser mejor persona.
El Libro rojo fue un producto de una técnica desarrollada por Jung que se denominó imaginación activa. Tal como lo describe Jung, fue visitado por dos figuras, un anciano y una mujer joven, a las que identificó como Elías y Salomé. Estuvieron acompañados por una gran serpiente negra. Con el tiempo, la figura de Elías se convertiría en una guía espiritual que Jung llamó Filemon (ΦΙΛΗΜΩΝ, originalmente escrita en griego). Salomé fue identificada por Jung como una figura de ánima. Las figuras, según Jung, «me llevaron al convencimiento de que existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por sí mismas y tienen su propia vida»