Abad Tritemo, nace el 2 de febrero de 1462 en Tritthenheim. Ingresa en la célebre Universidad de Heidelberg en 1480. Consigue un certificado de pobreza, gracias al cual puede estudiar gratuitamente. Funda, con Juan de Dalberg y Rodolfo Huesmann, una sociedad secreta para el estudio de la astrología, la magia de los números, las lenguas y las matemáticas. Sus miembros adoptan seudónimos. Juan de Dalberg se convierte en Juan Camerarius; Rodolfo Huesmann, en Rodolfo Agrícola, y Juan de Heidenberg, en Juan Tritemo.
En general, los seudónimos no se eligen al azar; pero no conocemos la razón de la elección de Juan Tritemo, salvo que el número tres figura ostensiblemente en el seudónimo. La propia sociedad adoptará un nombre secreto muy significativo: Sodalitis Céltica, o sea, Cofradía Céltica. El judío Pablo Ricci se une a los primeros miembros y les enseña la cábala. El 2 de febrero de 1482, día de su vigésimo cumpleaños, Juan Tritemo entra en religión, con los benedictinos del monasterio de San Martín de Spanheim. Más tarde, será abad de Spanheim y, luego, de Wurzburgo. Su piedad cristiana parece estar fuera de toda duda.
Es ella la que le protegerá de ciertas tentaciones, cuando se interese por la alquimia y la magia. Este afán parece haber sido el de un científico desinteresado, que no busca riquezas ni poder personal. Tritemo reunió en el monasterio de San Martín la biblioteca más rica de Alemania, compuesta esencialmente de manuscritos. No le gustaban los libros impresos, recién inventados, que le parecían vulgares. Esta biblioteca, formada a sus expensas, le costó más de 1.500 ducados de oro.
Mientras realiza su obra de erudito y de historiador, continúa sus investigaciones. Unas investigaciones muy extrañas. Unas investigaciones sobre las que cometió el error de escribir cartas imprudentes a personas indiscretas o envidiosas, que se vengaron de él y le perjudicaron.
La investigación de Abad Tritemo
Tales investigaciones se referían a un procedimiento para hipnotizar a personas a distancia, por telepatía, con ayuda de ciertas manipulaciones del lenguaje. La lingüística, las matemáticas, la kabbalah y la parapsicología se mezclaban extrañamente en sus trabajos. La obra en ocho volúmenes que reunía el resultado de sus estudios y que contenía, por ende, los secretos de un poder increíble, se titulaba Esteganografía. El manuscrito completo de esta obra fue desunido por el fuego, por orden del elector Felipe, conde Palatino Felipe II, que lo había encontrado en la biblioteca de su padre y se había sentido aterrorizado.
No se conservo ningún ejemplar completo de este libro. Hay que insistir en esto: el manuscrito original, que contenía la clave de poderes extraordinarios, fue destruido. No existe ninguna copia. El doctor Armitage, que, en la novela La abominación de Dunwich, de Lovecraft, emplea unos manuscritos para descifrar antiguos códigos cifrados, fue inventado por Lovecraft, quien no creía en absoluto que su protagonista pudiese haber tenido realidad histórica, y que, desde luego, no pudo hojear la Esteganografía más que otro cualquiera.
¿Qué había en esta Esteganografía?
Citemos, ante todo, algunas declaraciones del propio Tritemo: «Un día de este año de 1499, después de haber soñado durante largo tiempo en el descubrimiento de profundos arcanos, y persuadido al fin de que lo que buscaba era imposible, me fui a la cama, un poco avergonzado de haber llevado mi locura al extremo de intentar lo imposible.
Durante la noche (en sueños), alguien se me apareció, llamándome por mi nombre: Tritemo, me dijo, no creas que todos tus pensamientos han sido vanos. Aunque las cosas que buscas no son posibles, ni para ti ni para hombre alguno, llegará un día en que lo serán.»
—Decidme, pues —le respondí—: ¿Qué hay que hacer para triunfar?
«Entonces me reveló todo el misterio y me mostró que nada era más sencillo.» Después, Tritemo pone manos a la obra, y he aquí lo que descubre, también según su propio relato: «Puedo aseguraros que esta obra, en la que enseño numerosos secretos y misterios poco conocidos, parecerá a todos, incluso a los más ignorantes, que contiene cosas sobrehumanas, admirables e increíbles, habida cuenta de que nadie ha escrito o hablado de ellas antes que yo.»
«EI primer libro contiene y enseña más de cien maneras de escribir secretamente y sin el menor temor todo lo que se desee, en cualquier lengua conocida, sin que nadie pueda sospechar su significado, y esto sin metátesis ni transposición de letras, y también sin miedo ni recelo de que el secreto pueda ser nunca conocido por persona diferente de aquella a quien, cabalísticamente, haya enseñado yo esta ciencia, o de aquella a quien mi binario la haya a su vez transmitido cabalísticamente. Como todas las frases y palabras empleadas son sencillas y conocidas, y no provocan la menor desconfianza, no habrá nadie, por experimentado que sea, que pueda descubrir por sí solo mi secreto, lo cual parecerá admirable a todos e imposible a los ignorantes.»
«En el segundo libró, trataré de cosas aun más maravillosas, relacionadas con Ciertos medios merced a los cuales puedo, de un modo seguro, imponer mi voluntad a quienquiera que capte el sentido de mí ciencia, por muy lejos que esté, incluso a más de cien leguas de mí, y esto sin que se me pueda acusar de haber empleado signos, cifras o caracteres de clase alguna, y si
me valgo de un mensajero y éste es apresado en el camino, ninguna súplica, amenaza o promesa, y ni siquiera la violencia, podrán inducir a este mensajero a revelar mi secreto, pues no tendrá conocimiento de él; y ésta es la razón de que nadie, por experto que sea, pueda descubrir el secreto.»
«Todas estas cosas puedo hacerlas fácilmente, cuando me plazca, sin ayuda de mensajero ni de nadie, incluso con un preso encerrado en las mayores profundidades y bajo una guardia vigilante.»
Revelando secretos
Tritemo cometió también el error de mostrarse demasiado racionalista para su época y, sobre todo, de atacar la astrología, he aquí lo que dice de ella:
«¡Atrás, hombres temerarios, hombres vanos y astrólogos embusteros, que engañáis a las inteligencias y os ocupáis de frivolidades! Pues la disposición de las estrellas no tiene ninguna influencia sobre el alma inmortal, ninguna acción sobre la ciencia natural; no tiene nada que ver con la sabiduría superceleste, pues el cuerpo sólo puede tener poder sobre el mismo cuerpo. El espíritu es libre y no está sometido a las estrellas, no absorbe sus influencias ni sigue sus movimientos, sino que sólo está en comunicación con el principio superceleste que lo creó y que lo hizo fecundo.»
En esta observación, como en muchas otras cartas y escritos de Tritemo, se manifiesta una mentalidad absolutamente racionalista. Lo que él llama magia natural es lo que nosotros llamamos técnica.
Se le atribuyen libros sobre la piedra filosofal. Esto no está demostrado. Los libros de Tritemo fueron prolijamente comentados por el alquimista inglés George Ripley, que escribió: «Suplico a los que saben, que no publiquen.»
Después de su muerte, se pretendió que el abad Tritemo practicaba la magia negra. Uno de los jesuitas más severos de la Inquisición, Del Río, se preguntará por qué la Esteganografía, que, sin embargo, sólo circulaba en forma de notas incompletas, no había sido incluida entre los libros prohibidos y censurados. En una palabra, entre los libros que son objeto de mi ensayo.
Hubo que esperar a 1610, para que se publicase en Frankfurt, por Malinas Becker, la primera edición de lo que quedaba de la Esteganografía. Lleva la indicación de «con privilegio y permiso de los Superiores», pero no figura en ella el imprimatur. Lo cual hace que podamos preguntarnos de qué Superiores se trataba.
El libro contiene un prólogo, que desaparecerá después, en el que figura esta curiosa frase: «Pero tal vez alguien objetará: si quieres que esta ciencia permanezca oculta, ¿por qué has querido revelar el sentido de los textos en cuestión?
«Te responderé que lo hice para que se beneficiasen de estos excelentes principios ciertos grupos de personas a los que pertenezco, a fin de librarlos de múltiples peligros, y de ponerlos al abrigo de ciertos accidentes fortuitos.»
Es un punto de vista perfectamente razonable. Pero el libro, incluso expurgado, parecía aún demasiado peligroso. Por consiguiente, esta edición, por incompleta que fuese, fue incluida en el índice por la Congregación del Santo Oficio, en 7 de setiembre de 1609. Esta prohibición duraría hasta el año 1930.
En 1616, se publicó una defensa del abad Tritemo por el abad Cigisemón, del monasterio benedictino de Ceón, Baviera. En 1621, aparece una nueva edición, reducida. Lleva igualmente la mención de «con el permiso y el acuerdo de los Superiores». Evidentemente, esta vez no puede tratarse de superiores eclesiásticos, puesto que la obra figura en el índice desde 1609. ¿Quiénes son, pues, estos misteriosos Superiores?
Existe, en las bibliotecas, cierto número de estas ediciones. En ellas se encuentra, sobre todo, una teoría general de las claves de transposición, tal como se emplean, todavía en nuestros días, en la diplomacia y el espionaje.